Saludos Chic@s!!!
Pues ha llegado otro mes y ahora si tuve la oportunidad de que mi mente jugara con la idea del relato. Fue algo sencillo, pero el plasmarlo costo algo de trabajo.
Así que espero sea de su agrado y que ahora si, pueda darme la vuelta por todas las páginas de ustedes. Creo que les debo posteos atrasados a cada una y me da pena porque siempre se pasan a leer los escritos de los proyectos.
Les envío un fuerte abrazo y mis mejores deseos para esta semana que iniciamos -y hasta con nuevo mes =D-.
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TOMÁS
Corro incesantemente, miro el reloj y dudo mucho en llegar a tiempo para desayunar. Pero ahí está como todos los días, bajo el mismo árbol de mango y con el perro callejero. Le he tomado afecto a este último, porque de vez en cuando me acompaña en el camino, aunque al parecer, le aburro con mis grandes pasos y el de no recibir nada a cambio.
Pero hoy… ese vagabundo se ve diferente… parece que su semblante ha cambiado… refleja un signo de paz que no puedo describir con palabras dentro de mi cabeza. Me he acercado y le he preguntado con algo de pena:
“¡Disculpe, buenos días! ¿Se encuentra bien?”
“¡¡¡Mejor que nunca chico!!! ¡¡¡Me da gusto que te hayas acercado!!!”, manifestó con alegría y como un signo de buena educación, me ha extendido su mano.
“¿Y eso porque? ¿En qué le puedo ayudar?”, conteste algo titubeante y sin entender en mi mente, mientras le daba un fuerte y cálido apretón de manos.
“Tomás necesita una casa donde vivir y no me quiero ir pensándolo”, me dijo mirándome directamente a los ojos y sin dudar.
“Pues… no me caería nada mal tener un acompañante…”, comente sonriéndole y de paso, me apresure a saludar a Tomás. “Creo que es momento de ya no estar solo en casa… y dedicarme a dar mi cariño a un animalito como él!”, con lo cual proseguí a jugar con la melena corta y rojiza del perro, para recibir un buen abrazo de su parte.
“Él es el más fiel que he tenido a mi lado, pero ya es hora de partir”, me dijo con un tono algo triste, “Se que no me podrá acompañar a mi nuevo hogar”, y con ello, me entrego la correa vieja de Tomás, para así dirigirle una última mirada al perro en donde, seguía sin entender que plasmaba aquel vagabundo. No opte más por sonreírle e iniciar a caminar… Para mis adentros le pedí a la vida que cuidara de aquel hombre… Cuando mire atrás, el anciano yacía acostado, debajo del árbol que lo vio vivir, con un semblante de paz y Tomás aulló en forma de despedida hacia él.
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He despertado temprano y me he dirigido detrás del árbol para vomitar, esta vez, ha sido sangre y compruebo que me falta el aire para respirar. Tomás ha estado conmigo desde hace 4 años y ahora me cuesta trabajo dejarlo solo al yacer en mi estado tan deplorable. He observado que estos últimos meses, el perro se ha comportado muy tranquilo y ha ido a correr al lado de aquel hombre de semblante triste. Es de imaginarme que tiene una pena de amor no correspondido o igual ha perdido a un ser querido y lo desquita con cada paso rápido que da en la calle.
Pero me ha llenado de luz al ver que detuvo su paso y me ha mirado con confianza. No me pasa otra idea más por la mente que dejarle a mi perro fiel, a mi más preciada joya. Sé que en su mirada de Tomás, está la de la despedida y le digo muy dentro de mis pensamientos que siempre voy a estar velando por ellos dos… que tenga confianza en que nadie más lo volverá a maltratar.
Y mientras me acuesto debajo de este árbol que me vio sufrir de mis achaques de anciano, a lo lejos, escucho el aullido del adiós de mi querido perro y el susurro de los pensamientos de aquel hombre, con lo cual… empiezo a caminar por esa luz que aparece delante de mí.
Pues ha llegado otro mes y ahora si tuve la oportunidad de que mi mente jugara con la idea del relato. Fue algo sencillo, pero el plasmarlo costo algo de trabajo.
Así que espero sea de su agrado y que ahora si, pueda darme la vuelta por todas las páginas de ustedes. Creo que les debo posteos atrasados a cada una y me da pena porque siempre se pasan a leer los escritos de los proyectos.
Les envío un fuerte abrazo y mis mejores deseos para esta semana que iniciamos -y hasta con nuevo mes =D-.
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TOMÁS
Corro incesantemente, miro el reloj y dudo mucho en llegar a tiempo para desayunar. Pero ahí está como todos los días, bajo el mismo árbol de mango y con el perro callejero. Le he tomado afecto a este último, porque de vez en cuando me acompaña en el camino, aunque al parecer, le aburro con mis grandes pasos y el de no recibir nada a cambio.
Pero hoy… ese vagabundo se ve diferente… parece que su semblante ha cambiado… refleja un signo de paz que no puedo describir con palabras dentro de mi cabeza. Me he acercado y le he preguntado con algo de pena:
“¡Disculpe, buenos días! ¿Se encuentra bien?”
“¡¡¡Mejor que nunca chico!!! ¡¡¡Me da gusto que te hayas acercado!!!”, manifestó con alegría y como un signo de buena educación, me ha extendido su mano.
“¿Y eso porque? ¿En qué le puedo ayudar?”, conteste algo titubeante y sin entender en mi mente, mientras le daba un fuerte y cálido apretón de manos.
“Tomás necesita una casa donde vivir y no me quiero ir pensándolo”, me dijo mirándome directamente a los ojos y sin dudar.
“Pues… no me caería nada mal tener un acompañante…”, comente sonriéndole y de paso, me apresure a saludar a Tomás. “Creo que es momento de ya no estar solo en casa… y dedicarme a dar mi cariño a un animalito como él!”, con lo cual proseguí a jugar con la melena corta y rojiza del perro, para recibir un buen abrazo de su parte.
“Él es el más fiel que he tenido a mi lado, pero ya es hora de partir”, me dijo con un tono algo triste, “Se que no me podrá acompañar a mi nuevo hogar”, y con ello, me entrego la correa vieja de Tomás, para así dirigirle una última mirada al perro en donde, seguía sin entender que plasmaba aquel vagabundo. No opte más por sonreírle e iniciar a caminar… Para mis adentros le pedí a la vida que cuidara de aquel hombre… Cuando mire atrás, el anciano yacía acostado, debajo del árbol que lo vio vivir, con un semblante de paz y Tomás aulló en forma de despedida hacia él.
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He despertado temprano y me he dirigido detrás del árbol para vomitar, esta vez, ha sido sangre y compruebo que me falta el aire para respirar. Tomás ha estado conmigo desde hace 4 años y ahora me cuesta trabajo dejarlo solo al yacer en mi estado tan deplorable. He observado que estos últimos meses, el perro se ha comportado muy tranquilo y ha ido a correr al lado de aquel hombre de semblante triste. Es de imaginarme que tiene una pena de amor no correspondido o igual ha perdido a un ser querido y lo desquita con cada paso rápido que da en la calle.
Pero me ha llenado de luz al ver que detuvo su paso y me ha mirado con confianza. No me pasa otra idea más por la mente que dejarle a mi perro fiel, a mi más preciada joya. Sé que en su mirada de Tomás, está la de la despedida y le digo muy dentro de mis pensamientos que siempre voy a estar velando por ellos dos… que tenga confianza en que nadie más lo volverá a maltratar.
Y mientras me acuesto debajo de este árbol que me vio sufrir de mis achaques de anciano, a lo lejos, escucho el aullido del adiós de mi querido perro y el susurro de los pensamientos de aquel hombre, con lo cual… empiezo a caminar por esa luz que aparece delante de mí.